lunes, 25 de abril de 2011

El color del diablo




Entre rulos, tintes y tijeras, la tertulia en la peluquería se había convertido, lejos de los típicos y recurrentes cotilleos, en un sinfín de muestras de terror y desconcierto. Las últimas noticias en cuanto a sucesos eran desgarradoras. Los dos asesinatos macabros acontecidos en poco menos de dos meses tenía a las gentes de aquella pequeña ciudad atemorizados. Las mujeres, principales objetivos del asesino, habían empezado a limitar sus salidas nocturnas y procuraban hacerlo siempre acompañadas.
Aquella mañana en el Salón de peluquería y estética, Rakel escuchaba de boca de la peluquera, los dos asesinatos acaecidos recreándose quizá por el morbo, pues, ya se conocían de sobra los detalles. Con pelos y señales, narraba como habían encontrado los cadáveres y en qué circunstancias. Las miradas que Rakel acaparaba por parte de la concurrencia, le ponían todavía más nerviosa. Sabía que su aspecto físico le hacía candidata en más medida a posible víctima y para ello había acudido allí, pera enmascarar esa característica que le hacía un blanco más que posible y aliviada por la aprobación de Carla, su compañera de piso.
Rakel, la única en su familia, siempre había lucido una cabellera pelirroja espectacular, rizada y con un brillo especial. Cuando era pequeña, odiaba ser diferente, sus pecas y su color de pelo le hacían sentirse fastidiosamente distinta. Recordaba a sus compañeros de clase, o vecinos del barrio, observarla siempre en la distancia, pues decían que era el diablo en persona, la maldad hecha niña. En la edad adulta, superado su complejo, cambió drásticamente de forma de pensar, y su larga melena aparentemente, le encantaba. Y justo ahora, después de haber superado su complejo y haber empezado a gustarse, tenía que ocultar su cabello porque un psicópata mal nacido estaba asesinando a mujeres de entre veinte y treinta años con el color pelirrojo vistiendo sus cabellos. Quería evitar riesgos añadidos. Lloraba de rabia mientras el pincel de su estilista, iba colorando sus cabellos ya cortados, con aquel tinte ennegrecido y había derramado unas lagrimillas mientras la peluquera con sus tijeras iba desprendiendo mechones de su larga cabellera. El verdugo asesino, no se había aclarado si antes o después, había cortado el pelo de sus víctimas dejando sus mechones esparcidos por la escena del crimen o del lugar donde los cuerpos se encontraron y viendo su pelo desparramado por el suelo aquello le llenó de temor percatándose de la semejanza de aquella visión con la de los crímenes. Salió de aquel salón embutida en sus pensamientos y conmovida por la situación, algo que no le evitó chocar con un individuo que entraba a la Peluquería al mismo tiempo.
Ahora, tendría que contarle algo más a su psiquiatra, su trauma por haber tenido que cambiar su aspecto. A él acudía habitualmente por su sentimiento de soledad y su miedo en ocasiones asimisma además de otras fobias que presentaba pero parecía no avanzar. Su compañera de piso estaba preocupada por ella y se encargaba personalmente de que Rakel acudiera puntualmente a sus citas psiquiatricas. Su intenso miedo a la soledad le hacía desaparecer de casa cuando sabía que ella no estaba. Necesitaba verse acompañada siempre. Rakel, al igual que su amiga, trabajaba de camarera en una sala de fiestas todas las noches. Lo hacían en locales diferentes y pocas veces coincidían en entradas y salidas. Desde que las muertes se fueron sucediendo, el estado de nervios de Rakel estaba desequilibrándose. Cada noche, cada copa que servía temía mirar a los ojos del cliente por miedo a toparse con aquel degenerado al que no daban caza y que podía fácilmente quedarse con ella y esperarla de madrugada cuando el local cerrara. Durante unos días, un amigo estuvo yendo a esperarla a la salida para acompañarla a casa, pero por motivos de trabajo no tuvo más remedio que dejar de hacerlo.
Aquél día la vuelta a casa debía emprenderla en solitario y fue una auténtica escena de terror. Su cambio de look había gustado entre la gente que frecuentaba el local, tanto que había ligado durante toda la noche aunque estuviera detrás de la barra. A última hora, el último cliente, que ya en otras ocasiones había actuado así con ella, le dejó una nota en el posavasos de su cubata. Había estado la mayor parte de la noche apostado en la esquina, como de costumbre, dedicándole las mejores sonrisas y se había afanado por recitarle dulces piropos poéticamente compuestos cada vez que ella se acercaba. Tenía totalmente prohíbido ligar con los clientes y al acercarse su jefe para despedirse, ella tomó aquella nota y se la metió al bolso.
Los taxis parecían haberse puesto de acuerdo para tomarse unas vacaciones puesto que por mucho que buscó en la calle y llamó a la central, ninguno acudió a su llamada. Sus ansias por llegar a casa le indujeron a comenzar el camino andando. Quizá en el trayecto avistara algún taxi desocupado. Las calles estaban desiertas, la luz de las farolas mitigaban la oscuridad pero una ligera niebla, no dejaba ver con claridad. El silencio era tal, que el eco de sus tacones al pisar el suelo era el único sonido que podía apreciarse.
No podía negar que sentía miedo. La inercia le hacía echar la vista atrás mientras avanzaba presa del temor de que alguien le siguiera pero la niebla seguía persistiendo y a penas podía distinguir lo que dejaba tras de sí. Cuando había recorrido un cuarto del camino, escuchó el ruido que emite una lata al ser pisada y arrastrada con los pies. El sonido venía de su lado izquierdo. Giró inmediatamente su cabeza pero sus ojos no pudieron atisbar nada. Después el silencio. Quiso pensar que alguno de esos gatos callejeros que tanto abundaban estaba haciendo de las suyas. Entonces recordó la nota que aquel individuo le había dejado debajo de su vaso vacío al terminar la fiesta. Pensó que tal vez fuera un poema más de los que había estado dedicándole durante toda la velada. Cuando abrió la servilleta doblada en cuatro partes, Rakel contuvo tapando con la mano su boca, un grito de pavor: “ te espero a la salida, no tienes escapatoria “. Tomó de su bolso el cuchillo que aun siendo ilegal llevaba encima desde que los crímenes comenzaron. Apretó el paso pero a los pocos minutos, el sonido de aquel envase se repitió pero esta vez, apareció ante sus pies una lata magullada de cerveza que por poco le hace tropezar. Acto seguido escuchó pisadas ligeras, como si quisieran darle alcance. El corazón comenzó a latirle vertiginosamente y echó a correr presa del terror entre la niebla que ocultaba las calles. Los tacones le traicionaron y tras un retorcijón, Rakel, cayó al suelo. Intentó levantarse con la celeridad con la que estaba huyendo. Respiraba de forma entrecortada y el miedo extremo le hizo comenzar a llorar. El cuerpo había perdido fuerza y quedó poseído por un temblor inevitable. Sin poder haberse levantado, quiso gritar, pero cuando su garganta iba a dar paso a sus cuerdas vocales, una mano cerró su boca ..
- Rakel, Rakel … ¡¡¡ que soy yo !!! dijo su compañera de piso. Hablamos de esto … ¿no recuerdas?tenías miedo, no querías estar sola y me pediste si podía salir un poco antes para volver contigo a casa.
Rakel comenzó a llorar desesperadamente…. Entonces, ruidos de pasos ligeros sobre el asfalto comenzaron a escucharse …
- Ayúdame a levantarme por favor …-dijo entre lágrimas-. Tenemos que tener cuidado, un cliente me dejó una nota, decía que no tengo escapatoria, que me esperaba a la salida. Creo que está siguiéndome, ahora me doy cuenta de que era a quien he visto esta misma mañana junto a la consulta del psicólogo. Pensé que eras él ..-¡¡ven, vamos!!! la entrada a ese portal está abierta… escondámonos, tengo miedo.
Carla, conocía algunos de los problemas psiquiátricos de Rakel. En más de una ocasión, ante el escaso avance, había mantenido alguna charla con su psiquiatra ante la falta de familiares cercanos de Rakel.
- Tranquilízate, Rakel, tus miedos y tus fobias te hacen sentir lo que realmente no existe. Relájate, respira hondo…. No estás sola, yo estoy contigo.
Rakel miró atónita a su compañera y mientras se echaba las manos a la cabeza exclamó:
- Pero …. ¿de dónde vienes? ¿de qué vas disfrazada?- dijo Rakel al mirar a su amiga.
- La temática de hoy era series infantiles… ¿divertido no? ¿no te gusta mi disfraz de Pipi Calzaslargas?, -respondió Carla …
Rakel comenzó a gritar presa del terror. Su cuerpo temblaba inevitablemente. Sus lágrimas se incrementaron …. Derrepente pareció como si su mirada cambiara y mirara con otros ojos. Cesó sus gritos, secó sus lágrimas y se abalanzó sobre Carla portando en su mano el cuchillo que llevaba en el bolso..
La puerta de aquel portal se abrió de golpe y dos individuos entraron con agresividad reduciendo fácilmente a Rakel a quien cogieron por sorpresa.
- Pensé que no íbais a llegar a tiempo … estoy muerta de miedo….
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Fue Carla, con sus denuncias sobre las continuas desapariciones de Rakel, la que puso sobre aviso a la policía. Carla les había informado de su miedo a la soledad y a los propios actos que pudiera llevar a cabo cuando estuviera sola y que por este motivo, acudía al psiquiatra, que llevaba algún tratamiento pero que parecía no avanzar. Rakel, sin saberlo, se convirtió en una protegida, pues su delicada personalidad, sus desapariciones, sus trabajos nocturnos y sus rasgos físicos, le hacían ser una futura víctima en potencia.
En el informe psiquiátrico presentado por el especialista al que Rakel acudía con asiduidad, se reflejaba que la paciente adolecía de transtorno de personalidad múltiple, además de padecer varias fobias entre ellas, Auto fobia ( miedo a la soledad y asimismo, no fiándose de sus actos cuando estaba sola) y Rutilofobia… miedo adquirido a través de la experiencia propia sufrida en la infancia y que en lugar de ser superada, aceptó como una realidad. Llegó a pensar del resto de pelirrojas, incluso de sí misma, lo que los demás habían mostrado siempre, que proyectaba mal presagio y que en ella moraba la maldad del 666.
La policía científica logró dilucidar que los mechones de cabello aparecidos junto a los cadáveres no pertenecían solo a las víctimas.Todos eran pelirrojos pero los más finos no pertenecían a las mujeres asesinadas, probablemente arrancados al agresor durante la lucha. Tenían a Rakel investigada así que, el día en el que Rakel acudió a modificar su look, el agente que se encargaba de vigilarla, al mismo tiempo que Rakel salía de la peluquería, entró en ella. Se agachó, recogió cabello de su vigilada y sin mediar palabra, salió de espaldas, haciendo un gesto para que guardaran silencio y enseñando su distintivo de agente policial.
Casi convencidos de que Rakel era la autora de los dos crímenes, no esperaron a que laboratorio confirmara la identidad. No podían permitir que siguiera actuando y la única forma de poder agarrarla era con un cebo que despertara su doble personalidad, impulsada por la fobia y el temor que sentía hacia ella misma y sus propios actos en la soledad y hacia el resto de mujeres que poseían su mismo tono de pelo. Así que ahí fue donde Carla entró en juego. Le adherieron al cuerpo un micrófono y pusieron en marcha la trama que habían urdido.
La personalidad de Rakel que mantenía viva su fobia contra sí misma y contra toda aquella mujer que fuera pelirroja, temiendo por sus propios actos, buscaba a toda costa sentirse acompañada y la tenía sumida en la tristeza y el nerviosismo. La otra identidad, su doble personalidad contrapuesta, intentaba librarse de sus fobias aniquilándolas y dando rienda suelta a sus instintos más macabros. Esta última fue la que le impulsó a ir a cambiar su cabello, en realidad, consciente del hallazgo de la policía y no por sentirse candidata a ser asesinada. Al salir del salón de belleza, tras observar los mechones en el suelo imaginándose la escena del crimen … volvía a ser la Rakel atormentada ……

jueves, 21 de abril de 2011

Marta


Marta, vivía sola en aquel lugar, no tenía amistades. Era nueva en la ciudad. Desde aquella ruptura con Marcos, su carácter socialmente especial, había cambiado considerablemente y aunque intentaba ser la de siempre le costaba dios y ayuda rescatar su baúl de optimismo del que siempre dejaba escapar miles de sonrisas.
   Era su cumpleaños y Marta, estaba nerviosa. Su intuición nunca le fallaba, y esta vez, aunque no podía discernir lo que acontecería, estaba convencida de que algo horrible iba a sucederle. Esperaba que Marcos no asistiera a aquella fiesta que habían programado sus compañeros de trabajo. Ambos habían tenido tiempo atrás una historia de amor, con una complicidad y un conocimiento el uno del otro extraordinario pero un malentendido les separó sin solución a la vista. El creyó que Marta le había traicionado en un tema laboral y sin darle la oportunidad de defenderse, dio por confirmada la traición y el odio le hizo separarse de ella dándole muestras a Marta de su incontrolable rencor. Cuando la empresa anunció que debían darse dos traslados, pidiendo ella ser uno de ellos para alejarse de él, jamás pensó que Marcos ocuparía la plaza vacante que terminaría acompañándola. Se quedaría en el puesto el que mejor se adaptase al nuevo trabajo mientras que el otro, volvería a su lugar original. Marta creyó que no tenía nada que perder, en el fondo, fuera quien fuera el que consiguiera aquella nueva ocupación, al menos tenía garantizado que no estaría cerca de él.
   Durante los dos primeros meses que llevaban en la nueva ubicación, siempre a la vista del resto de compañeros, la tensión había disminuido entre ambos, incluso en alguna ocasión Marcos le había dirigido el esbozo de alguna sonrisa y el intento de firmar la paz en plena competición laboral pero fuera del alcance de las miradas del resto, por el contrario, ella le había sorprendido a Marcos mirándola con la misma expresión teñida de odio que tiempo atrás le había dedicado y si coincidían en algún momento, le dirigía palabras de amenaza, o gestos que la intimidaban. Ella, abrigada por su capacidad intuitiva temía que su amor perdido emprendiera una guerra en aquel lugar nuevo perjudicándola cara a sus compañeros, temía que el odio que le había demostrado estaba urdiendo algo en contra de ella. A veces no podía distinguir si las excesivas miradas y la continua vigilancia de sus compañeros se debía a que Marcos estaba malmetiendo contra ella. Eso le provocaba en muchas ocasiones estados de nerviosismo, mareos y ataques de ansiedad de los que claro estaba, el resto de la oficina se daba plena cuenta. En más de una ocasión tuvieron que atenderla. Además, su aspecto físico se estaba viendo afectado. Aparentemente a la vista de todos la actitud de Marcos para con Marta era la normal y sabía aparentar tener cordura y tranquilidad. Así pues, Marta llegó a albergar la total convicción de que Marcos, se había llevado a su terreno a los compañeros de ambos con la intención de dañarla aunque el resto de empleados no le nombraran nada y se esforzaran fingidamente o no, por tener una buena relación con ella. Cuando todos le transmitieron la idea de celebrar su cumpleaños preparando una fiesta especial, Marta se sintió halagada y sus dudas parecieron disiparse desterrando la desconfianza que había respirado de todos hasta entonces.
   Pero el día en cuestión, estuvo a punto de cancelar su cita presa de los malos presentimientos que volvieron a asaltarle pero sabía que no podía hacerlo. Sus compañeros de trabajo, pese a sus comportamientos sospechosos, sin apenas conocerla se habían afanando para aquel evento. No podía faltar a todas aquellas personas que habían hecho los preparativos para la celebración de una fiesta por su aniversario esa misma noche, en uno de los hoteles más animados de la ciudad. Sabía que después de un aperitivo, pasarían a la cena pero lo que iba a acontecerse después estaba fuera de su conocimiento, iba a ser un saco de sorpresas y en ese punto, era donde ella misma presentía algo oscuro.
   Cada vez que los malos augurios se presentaban en su mente, el estómago se le encogía y los nervios por temer que se cumplieran sus presagios de la forma que fuera, le restaban serenidad.
   Cuando llegó al hotel, su cara se iluminó por un momento, olvidándose del malestar de lo que presentía. Sus compañeros la esperaban a la entrada, haciendo un pasillo para que entrara homenajeada. Luego pudo discernir el rostro de Marcos y como ya era tarde para salir corriendo, cerrando los ojos y respirando profundamente, quiso convencer a su mente de que con toda aquella gente nada podía sucederle.
   Una vez acomodados en la mesa, una de sus compañeras se pudo en pie, y después de dedicarle a Marta unas emotivas palabras en nombre de todos los presentes, indicó que aquello no hubiera sido posible sin la colaboración de Marcos, pues había sido el artífice de cada uno de los detalles, había buscado el lugar y se había encargado de organizar. Marta no podía creer aquello y no pudo evitar pensar que allí había gato encerrado por parte de Marcos, sin saber si era con el conocimiento o no del resto.
   Durante la cena, se esmeró por disimular aquella sensación que le había dejado el anuncio sobre la autoría de Marcos en cuanto a la celebración y procuró sin conseguirlo totalmente, disfrutar de todo lo que estaba sucediendo. El, parecía estar divirtiéndose y disfrutando igual que el resto. De vez en cuando intercambiaban sus miradas, pero Marta procuraba no mantenerla por miedo a discernir en ella alguna extraña sensación.   Aunque alguno de los comensales presentaba comportamientos recelosos como los que mostraban en la oficina, en general, la actitud de todos ellos parecía haber cambiado de forma más que agradable.
   Después del banquete y de una pequeña sobremesa nocturna, repleta de risas, sonrisas y frases compuestas de palabras amables, la misma mujer que antes de la cena le había dirigido aquel pequeño y emotivo discurso, con miradas de complicidad intercambiadas con sus compañeros, anunció la hora de que Marta recogiera su obsequio.
   Para darle emoción a la entrega, vendaron los ojos de la cumpleañera y le notificaron que debían cambiar de sala. Marta notó los efectos del alcohol, se tambaleaba un poquito y sus ojos brillaban chispeantes. El último en levantarse de su silla fue Marcos, quien después de haberse bebido, además de lo propio en el ágape, una botella de whiskey él solo, amen de pequeñas incursiones en licores afrutados, perdió el equilibrio cayendo ruidosamente. Se levantó con una carcajada y los claros síntomas de estar totalmente ebrio. Siguió al grupo por detrás.
   Al llegar a los ascensores Marta se notó una pequeña dificultad al respirar fruto del ligero asma que de un tiempo a esa parte había empezado a acompañarle y del que no había comentado nada. Trato de sentarse en una silla que lucía delante de los ascensores. Sus compañeros le preguntaron si se encontraba bien preocupados por ese repentino falta de aire pero ella le restó importancia aludiendo a los síntomas del tabaco. Les dijo que no era nada, simplemente el alcohol y la nicotina y quitándose la venda les pidió que fueran subiendo y que la dejaran salir a respirar algo de aire. Acto seguido, Marcos, giñándoles un ojo a sus compañeros, tiró del brazo de Marta y la introdujo con él en el ascensor, pulsó la altura del ático y momentos antes de que cerraran las puertas, salio dejando sola a Marta en elevador.
   - ¿Pero qué haces?, ¿no ves que se estaba sintiendo un poco mal? Le dijeron ..
   - Os lo dije, está enganchada a las anfetaminas ¿os habéis fijado cuantas veces se ha levantado de su silla para ir a retocarse?.
¡¡ Va totalmente colmada, siempre va colmada !! Espero que la envíen de vuelta. No se merece este trabajo, no podría desempeñarlo. Y este es otro de esos estados de ansiedad y nervios que le pasan en la oficina. Ahora aumentará, le faltará la respiración, tendrá delirios …. Yo me voy, seguir con la celebración vosotros solitos.
   Cuando ya sin Marcos llegaron con el otro elevador al ático donde supuestamente una velada agradable iba a celebrarse, todos miraron en dirección al otro ascensor. Vieron como sobresalía el pie de Marta e impedía que las puertas se cerraran. Estaba sentada, con la respiración agitada, llorando y vociferando cosas sin sentido. Le tendieron la mano. Consiguieron levantarla y que se mantuviera en pie, pero sin llegar a dar el primer paso un mareo le rondó y cayó desplomada.
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   Marta despertó ante la mirada atenta de sus compañeros de trabajo y del personal del hotel.
   - Hemos llamado a una ambulancia, -le dijo una de sus compañeras acariciándole el rostro-. Pero Marta, -y prosiguió- debes buscar ayuda. Marcos nos puso al corriente al poco de empezarais a trabajar con nosotros. Al principio no queríamos creerlo, pero creo que hoy ha sido más que evidente, la mezcla de tu adicción diaria con el alcohol de esta noche…..
   - ¿ De qué estáis hablando ? ¿Marcos qué? ¿qué os dijo? ¿qué adicción? -dijo Marta exhausta todavía por lo que había experimentado-.
   - No intentes disimular, sabemos que las anfetaminas y tú sois compañeras en vuestra vida diaria, no puedes seguir con esta situación. Hemos presenciado tu nerviosismo, tus ataques de ansiedad y esos mareos todos los días en la oficina ….y mira lo que te ha pasado hoy…..
   - ¡¡ Maldito Marcos !! … -dijo Marta-,
   - El sólo quería ayudarte. Nos dijo que no querías entrar en razón y nos pidió ayuda para hacerte ver las cosas. Nos costó creer sus palabras, pero tu comportamiento diario, a medida que los días pasaban, era más revelador . Mira tu aspecto físico, estás desmejorada ….y hoy estamos más que convencidos.
Marta comenzó llorar desconsoladamente. Los brazos de uno de sus compañeros le cobijaron. Cuando las palabras de aliento consiguieron que se calmara dijo.
   - “Marcos, siempre pensó que le hice una jugarreta en nuestra antigua oficina con un proyecto. No fui yo, no fue nadie, el solito se lo ganó pero no creyó en mis palabras. Rompió incluso nuestra relación sentimental y desde entonces, ha intentado por todos los medios amargarme la vida. En la oficina delante de vosotros aparenta muy bien, pero ha estado amenazándome contínuamente, con sus palabras y sus miradas y en tanto, os iba convenciendo de lo que ahora pensáis acerca de mí. A veces me hacía gestos obscenos a escondidas o al blandir las tijeras de su escritorio insinuaba que iban a acabar clavadas en mi cuerpo. Estaba asustada con su comportamiento, temía que en cualquier momento, no solo os pusiera en mi contra sino que además fuera capaz de hacerme daño. Es por eso por lo que he sufrido tantos ataques de ansiedad, de nervios y esos mareos. La tensión me tenía devorada. Os juro que no hay ninguna otra razón“ -explicó Marta- “además de hacerme daño, quiere quedarse con este empleo, así mata dos pájaros de un tiro”
   - Marta, escucha, no intentes ocultarlo con esas historias inventadas, solo necesitas ayuda especializada, mira qué acaba de pasarte … y peor serán las cosas si no lo dejas ….

   - Ya lo había dejado, había dejado de tomar ascensores … soy claustrofóbica, el pánico se apodera de mí …vuestro samaritano Marcos lo sabía, estuvimos juntos más de seis años ……esto es una forma más en su estrategia de amargarme la vida ….

martes, 12 de abril de 2011

PRISIÓN


La consciencia abandonó sus sueños y cruzó el umbral hasta volver a la realidad. Intentó elevar sus párpados, pero éstos no le obedecieron. La oscuridad se convirtió en alimento de su ceguera. No sabía donde se encontraba y la confusión se adueñó en unos momentos de su mente. Su desorientación aumentó cuando sintió su incapacidad de movimiento. Su cuerpo entumecido se quejaba con rayadas de dolor. Intentaba mover sus extremidades pero sus esfuerzos resultaban inútiles. Notaba un fuerte dolor de cabeza y respirar, se le hacía una tarea difícil. Sentía un frío helador por cada rincón de su cuerpo. Intentó gritar, pero sus labios no podían despegarse y su voz se ahogaba encerrada en su boca. La angustia se apoderó de su alma en unos instantes. Se rindió ante su desorientación, y pulsando el eje de su mente, intentó recordar los momentos que antecedieron a su supuesto sueño presa de esa desesperación que busca un punto de luz por el que salir … Y comenzó a recordar los meses atrás …..
“Ana se había empeñado en salir del país antes. No estaba de acuerdo con aquel último atraco y de hecho se negó a participar. Dejó a Luis inmerso en esa nueva aventura, nunca había participado en el robo de un Banco. Los atracos á joyerías y otros varios, siempre los había planificado bien, pero esta vez se había asociado con dos novatos de los que ella desconfiaba. Decidió marcharse sola y esperarle allí donde fundara su nuevo hogar. El fruto de varios atracos a joyerías, tráfico de cuadros etc, etc, le harían vivir en un paraíso para el resto de sus días.
En el mismo día del atraco a mano armada, uno de sus compinches fue detenido. Se había quedado rezagado y afortunadamente para Luis y su otro compinche, la policía no pudo seguirles la pista y lograron escapar con el botín. Separaron sus caminos llevándose Luis todo el dinero sustraído. Consciente de que su camarada detenido acabaría por confesar, y que sus características físicas le hacían más fácil de reconocer, ya en su casa, dividió el dinero en tres partes iguales. Le constaba que la familia de su camarada detenido vivía de forma precaria y aquella porción del botín les solucionaría gran parte de su situación. Así pues, comenzó a maquinar el raparto. Cuando iba a ponerse en contacto con su compinche libre, las noticias le informaron de que había sido localizado. Había sido tiroteado cuando emprendió la huida con el fatal resultado de muerte. Pensó que no tardaría en caer como el resto y que había muchas posibilidades de que las cosas salieran mal, así que, pensando en un futuro probable, decidió esconder la parte de su amigo muerto en lugar seguro. Tomó lo que correspondía al camarada detenido e intentó hacérselo llegar a la familia pero a mitad del trámite, lograron atraparle. La policía logró recuperar dos tercios del botín. Luis insistía que su amigo muerto ya había cobrado lo suyo y que tan sólo él sabría donde lo había escondido. Las investigaciones policiales no pudieron dar con ese tercio del dinero que faltaba y lo que era aún mejor y más temía Luis, no pudieron involucrarle en ningún de los atracos que había realizado tiempo atrás y que habían quedado impunes. El camarada de Luis, compañero de prisión, falleció en la penitenciaría víctima de una puñalada por la confusión causada por una reyerta.
Hacía un par de meses que había salido de la cárcel. Su condena se había reducido por buen comportamiento y diversos atenuantes. Tres años pasó encarcelado. Durante su estancia en prisión, su madre había fallecido con la fortuna de ser el único heredero. Así que, cuando su pena caducó, salió con casa propia y una pequeña cantidad de dinero que su madre había atesorado durante años. Lo primero que hizo fue ponerse en contacto con Ana y lo logró. Ella le dio una serie de pautas que debía seguir para reencontrarse y compartir juntos aquel pequeño paraíso que la rodeaba. Había sido incluido en un plan de reintegración con el fin de reincorporarse a la sociedad, asistiendo a cursos y proporcionándole posibilidades para introducirse en el mundo laboral. Mientras el empleo no llegaba, vivió de su herencia ya que, las circunstancias no le concedieron la ayuda que recibían los expresidiarios. Salió bajo libertad vigilada. Durante un tiempo, estuvo vigilado noche y día. Siempre había un coche apostado enfrente de su casa que tan sólo se movía cuando él salía de su hogar. El cumplía con todo lo establecido pero no podía llevar a cabo sus planes.
Pasados unos meses desempeñando el trabajo que consiguió gracias al plan de reintegración, la policía le informó que su período de vigilancia había expirado y que podía vivir con toda libertad exceptuando la salida del país. Preguntó si eso le permitía pasar unos días con unos familiares en la montaña, para cambiar de aires y la respuesta fue positiva. Llevado por la emoción, cogió sus herramientas y subió a su habitación. Retiró su cama y comenzó a aporrear esa tarima que tan cuidadosamente había cerrado años atrás, hasta no dejar signos. Levantó unas cuántas tablillas y se introdujo en el doble suelo que recorría toda la extensión de la casa. Cuando volvió a salir, portaba una bolsa de basura.
Durante los días siguientes, y aprovechando su libertad sin vigilancia, pudo ponerse en contacto con antiguos colegas dedicados a la falsificación de documentos. Quería salir del país con otra identidad, pero para ello, primero debía ocuparse de su rostro. Localizó una clínica de cirugía estética de la que Ana le habló cuando salió de prisión y en la que encontró aquello que necesitaba. Numerosas ventajas que le venían como anillo al dedo. Podían hacer desaparecer sus numerosas cicatrices y con un pequeño trasplante de hueso reconstruirle su nariz sin grandes problemas. Habían aceptado como forma de pago un anticipo días antes de la operación y el resto el mismo día en el que la intervención se llevara a cabo. Con lo que le había quedado de la herencia de su madre, constituyó el anticipo, sabía que el dinero atesorado del robo no podía utilizarlo, sería su perdición pero confiaba en que si lo entregaba como pago del resto, no descubrirían su estafa hasta pasados unos días. Pensaba permanecer unos días escondido mientras su rostro se recuperaba y poder así completar sus documentos y eso, justificaría su salida de visita a sus familiares de la montaña. Durante los días previos a la operación Luis volvió a sentirse vigilado. Un coche sospechoso, se apostaba diariamente frente a su casa y le seguía a todas partes. Pensó que la policía había jugado con él haciéndole creer que le daban rienda suelta cuando en realidad esperaban al acecho por si el dinero que había desparecido en su tiempo volvía a sus manos o permanecía escondido cerca de él. Quizá, sus viajes a la clínica despertaron sospechas sobre una posible huida. Cuando se puso en contacto con el comisario, éste le afirmó que no estaban vigilándole pero que indagarían al intruso. La mañana que Luis observó a través de su ventana que la policía se llevaba al individuo que aguardaba en un vehículo frente a su casa, respiró profundo aliviado y dejó pasar unas horas antes de llamar para informarse.
La policía no le informó de nada, no le dio explicaciones, tan solo le dijeron que aquel individuo no le vigilaba a él.
Por fin había llegado el momento. Le había llamado el doctor que iba a practicar la intervención informándole que habían adelantado la operación una hora. Sabía que aquella operación marcaría un antes y un después y ya se sentía deseoso de comprobar los resultados. Llevaba toda su vida esperándolo, desde aquel accidente que le desfiguró cuando a penas era un niño, pero ahora tenía más razones, la libertad y la riqueza.
Cuando salió de casa aquella mañana, le tranquilizó comprobar que nadie se apostaba dentro de un coche vigilando sus movimientos. De sus hombros colgaba una mochila, donde presumiblemente, llevaba el dinero que debía pagar. Una vez llegó a la clínica, después de los rigores últimos antes de la intervención, traspasaron el área de recibimiento. Cruzaron un par de quirófanos modernos y bien dotados hasta llegar una pequeña sala. Allí, el médico que debía practicar la intervención se agachó queriendo enganchar algo del suelo ….”
- ¡¡ maldita sea !! ¿ que pasó después ?, no logro recordar ….¿cómo acabé aquí? ¿dónde estoy?.
El dolor en todo su cuerpo, sobre todo en la espalda y en la cabeza, empezaba a ser insoportable. La angustia de no saber, de no poder moverse y la falta de aire que respirar estaban a punto de hacerle perder el conocimiento. Entró en un estado de semi-inconsciencia y entre su tira y afloja, derepente, escuchó varias voces ….
- ¡¡¡ Debe estar aquí !!! Exclamó una voz …
Acto seguido se hizo la luz sobre Luis, que desconcertado observaba como tres rostros se asomaban para verle.
Le sacaron de aquella cámara frigorífica y lo tumbaron sobre la mesa en la que un rato antes se suponía le habían colocado para practicarle la intervención.
Le quitaron el trapo que amordazaba su boca y le cubrieron con una manta. Una ambulancia apareció minutos después, y tras momentos de dificultad para sacarlo de aquel sótano, lo trasladaron al hospital.

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- ¡¡ Ha tenido usted suerte !!, dijo el doctor, no les dio tiempo más que a extirparle un riñón.
Acto seguido, el inspector de policía decidió actuar ante el rostro atónito de Luis.
- Ha sido necesaria tu puesta en libertad para descubrir y esclarecer varios hechos. En primer lugar te diré, que gracias a ti, hemos pillado a estos médicos sin titulación y empezado a desgranar esta trama de tráfico de órganos. Las operaciones de cirujía estética eran una tapadera que había funcionado durante un tiempo. Tu amiga Ana se había olvidado de ti por completo en estos tres años. Disfrutaba de una vida lujosa y con un hombre que te había sustituido. Sabía de la actividad de esta clínica, y después de recomendártela a ti, se puso en contacto con ellos. Por suerte, una brigada de la policía secreta, llevaba tiempo detrás de este centro y cuando vieron que tú apareciste por allí, decidieron seguirte. Ellos eran quienes vigilaban tu casa estos días atrás. En esa Clínica iban a deshacerte como un puzzle. Si no hubieran adelantado una hora la operación, hubiéramos llegado a tiempo de salvar tu riñón. Cuando llegamos, al doctor avisado por la recepcionista, le dio tiempo a terminar de extraer tu riñón, guardarlo donde acostumbra y meterte en aquel arcón. Confiaba en que fuera una visita rutinaria, pero se equivocó. Sabían lo de tu dinero, pero no les importó, tus órganos era lo que realmente iban a aportarles unas cantidades interesantes y a Ana, el que no volvieras nunca más a reencontrarte con ella. Ya hemos hecho los trámites correspondientes que reclaman el patrimonio atesorado allí y fugado desde aquí y los necesarios para su deportación. Tenemos las pruebas necesarias para condenarte de nuevo. Ana y tú, tenéis muchas culpas que pagar, muchos robos sobre vuestras espaldas y además, hemos recuperado el dinero desaparecido. En cuanto a tu riñón, los médicos creen que podrá ser reimplantado de nuevo. Afortunadamente, en su oculta y delictiva actividad siempre fueron cuidadosos, presentando garantía con cada uno de sus órganos.