jueves, 21 de abril de 2011

Marta


Marta, vivía sola en aquel lugar, no tenía amistades. Era nueva en la ciudad. Desde aquella ruptura con Marcos, su carácter socialmente especial, había cambiado considerablemente y aunque intentaba ser la de siempre le costaba dios y ayuda rescatar su baúl de optimismo del que siempre dejaba escapar miles de sonrisas.
   Era su cumpleaños y Marta, estaba nerviosa. Su intuición nunca le fallaba, y esta vez, aunque no podía discernir lo que acontecería, estaba convencida de que algo horrible iba a sucederle. Esperaba que Marcos no asistiera a aquella fiesta que habían programado sus compañeros de trabajo. Ambos habían tenido tiempo atrás una historia de amor, con una complicidad y un conocimiento el uno del otro extraordinario pero un malentendido les separó sin solución a la vista. El creyó que Marta le había traicionado en un tema laboral y sin darle la oportunidad de defenderse, dio por confirmada la traición y el odio le hizo separarse de ella dándole muestras a Marta de su incontrolable rencor. Cuando la empresa anunció que debían darse dos traslados, pidiendo ella ser uno de ellos para alejarse de él, jamás pensó que Marcos ocuparía la plaza vacante que terminaría acompañándola. Se quedaría en el puesto el que mejor se adaptase al nuevo trabajo mientras que el otro, volvería a su lugar original. Marta creyó que no tenía nada que perder, en el fondo, fuera quien fuera el que consiguiera aquella nueva ocupación, al menos tenía garantizado que no estaría cerca de él.
   Durante los dos primeros meses que llevaban en la nueva ubicación, siempre a la vista del resto de compañeros, la tensión había disminuido entre ambos, incluso en alguna ocasión Marcos le había dirigido el esbozo de alguna sonrisa y el intento de firmar la paz en plena competición laboral pero fuera del alcance de las miradas del resto, por el contrario, ella le había sorprendido a Marcos mirándola con la misma expresión teñida de odio que tiempo atrás le había dedicado y si coincidían en algún momento, le dirigía palabras de amenaza, o gestos que la intimidaban. Ella, abrigada por su capacidad intuitiva temía que su amor perdido emprendiera una guerra en aquel lugar nuevo perjudicándola cara a sus compañeros, temía que el odio que le había demostrado estaba urdiendo algo en contra de ella. A veces no podía distinguir si las excesivas miradas y la continua vigilancia de sus compañeros se debía a que Marcos estaba malmetiendo contra ella. Eso le provocaba en muchas ocasiones estados de nerviosismo, mareos y ataques de ansiedad de los que claro estaba, el resto de la oficina se daba plena cuenta. En más de una ocasión tuvieron que atenderla. Además, su aspecto físico se estaba viendo afectado. Aparentemente a la vista de todos la actitud de Marcos para con Marta era la normal y sabía aparentar tener cordura y tranquilidad. Así pues, Marta llegó a albergar la total convicción de que Marcos, se había llevado a su terreno a los compañeros de ambos con la intención de dañarla aunque el resto de empleados no le nombraran nada y se esforzaran fingidamente o no, por tener una buena relación con ella. Cuando todos le transmitieron la idea de celebrar su cumpleaños preparando una fiesta especial, Marta se sintió halagada y sus dudas parecieron disiparse desterrando la desconfianza que había respirado de todos hasta entonces.
   Pero el día en cuestión, estuvo a punto de cancelar su cita presa de los malos presentimientos que volvieron a asaltarle pero sabía que no podía hacerlo. Sus compañeros de trabajo, pese a sus comportamientos sospechosos, sin apenas conocerla se habían afanando para aquel evento. No podía faltar a todas aquellas personas que habían hecho los preparativos para la celebración de una fiesta por su aniversario esa misma noche, en uno de los hoteles más animados de la ciudad. Sabía que después de un aperitivo, pasarían a la cena pero lo que iba a acontecerse después estaba fuera de su conocimiento, iba a ser un saco de sorpresas y en ese punto, era donde ella misma presentía algo oscuro.
   Cada vez que los malos augurios se presentaban en su mente, el estómago se le encogía y los nervios por temer que se cumplieran sus presagios de la forma que fuera, le restaban serenidad.
   Cuando llegó al hotel, su cara se iluminó por un momento, olvidándose del malestar de lo que presentía. Sus compañeros la esperaban a la entrada, haciendo un pasillo para que entrara homenajeada. Luego pudo discernir el rostro de Marcos y como ya era tarde para salir corriendo, cerrando los ojos y respirando profundamente, quiso convencer a su mente de que con toda aquella gente nada podía sucederle.
   Una vez acomodados en la mesa, una de sus compañeras se pudo en pie, y después de dedicarle a Marta unas emotivas palabras en nombre de todos los presentes, indicó que aquello no hubiera sido posible sin la colaboración de Marcos, pues había sido el artífice de cada uno de los detalles, había buscado el lugar y se había encargado de organizar. Marta no podía creer aquello y no pudo evitar pensar que allí había gato encerrado por parte de Marcos, sin saber si era con el conocimiento o no del resto.
   Durante la cena, se esmeró por disimular aquella sensación que le había dejado el anuncio sobre la autoría de Marcos en cuanto a la celebración y procuró sin conseguirlo totalmente, disfrutar de todo lo que estaba sucediendo. El, parecía estar divirtiéndose y disfrutando igual que el resto. De vez en cuando intercambiaban sus miradas, pero Marta procuraba no mantenerla por miedo a discernir en ella alguna extraña sensación.   Aunque alguno de los comensales presentaba comportamientos recelosos como los que mostraban en la oficina, en general, la actitud de todos ellos parecía haber cambiado de forma más que agradable.
   Después del banquete y de una pequeña sobremesa nocturna, repleta de risas, sonrisas y frases compuestas de palabras amables, la misma mujer que antes de la cena le había dirigido aquel pequeño y emotivo discurso, con miradas de complicidad intercambiadas con sus compañeros, anunció la hora de que Marta recogiera su obsequio.
   Para darle emoción a la entrega, vendaron los ojos de la cumpleañera y le notificaron que debían cambiar de sala. Marta notó los efectos del alcohol, se tambaleaba un poquito y sus ojos brillaban chispeantes. El último en levantarse de su silla fue Marcos, quien después de haberse bebido, además de lo propio en el ágape, una botella de whiskey él solo, amen de pequeñas incursiones en licores afrutados, perdió el equilibrio cayendo ruidosamente. Se levantó con una carcajada y los claros síntomas de estar totalmente ebrio. Siguió al grupo por detrás.
   Al llegar a los ascensores Marta se notó una pequeña dificultad al respirar fruto del ligero asma que de un tiempo a esa parte había empezado a acompañarle y del que no había comentado nada. Trato de sentarse en una silla que lucía delante de los ascensores. Sus compañeros le preguntaron si se encontraba bien preocupados por ese repentino falta de aire pero ella le restó importancia aludiendo a los síntomas del tabaco. Les dijo que no era nada, simplemente el alcohol y la nicotina y quitándose la venda les pidió que fueran subiendo y que la dejaran salir a respirar algo de aire. Acto seguido, Marcos, giñándoles un ojo a sus compañeros, tiró del brazo de Marta y la introdujo con él en el ascensor, pulsó la altura del ático y momentos antes de que cerraran las puertas, salio dejando sola a Marta en elevador.
   - ¿Pero qué haces?, ¿no ves que se estaba sintiendo un poco mal? Le dijeron ..
   - Os lo dije, está enganchada a las anfetaminas ¿os habéis fijado cuantas veces se ha levantado de su silla para ir a retocarse?.
¡¡ Va totalmente colmada, siempre va colmada !! Espero que la envíen de vuelta. No se merece este trabajo, no podría desempeñarlo. Y este es otro de esos estados de ansiedad y nervios que le pasan en la oficina. Ahora aumentará, le faltará la respiración, tendrá delirios …. Yo me voy, seguir con la celebración vosotros solitos.
   Cuando ya sin Marcos llegaron con el otro elevador al ático donde supuestamente una velada agradable iba a celebrarse, todos miraron en dirección al otro ascensor. Vieron como sobresalía el pie de Marta e impedía que las puertas se cerraran. Estaba sentada, con la respiración agitada, llorando y vociferando cosas sin sentido. Le tendieron la mano. Consiguieron levantarla y que se mantuviera en pie, pero sin llegar a dar el primer paso un mareo le rondó y cayó desplomada.
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   Marta despertó ante la mirada atenta de sus compañeros de trabajo y del personal del hotel.
   - Hemos llamado a una ambulancia, -le dijo una de sus compañeras acariciándole el rostro-. Pero Marta, -y prosiguió- debes buscar ayuda. Marcos nos puso al corriente al poco de empezarais a trabajar con nosotros. Al principio no queríamos creerlo, pero creo que hoy ha sido más que evidente, la mezcla de tu adicción diaria con el alcohol de esta noche…..
   - ¿ De qué estáis hablando ? ¿Marcos qué? ¿qué os dijo? ¿qué adicción? -dijo Marta exhausta todavía por lo que había experimentado-.
   - No intentes disimular, sabemos que las anfetaminas y tú sois compañeras en vuestra vida diaria, no puedes seguir con esta situación. Hemos presenciado tu nerviosismo, tus ataques de ansiedad y esos mareos todos los días en la oficina ….y mira lo que te ha pasado hoy…..
   - ¡¡ Maldito Marcos !! … -dijo Marta-,
   - El sólo quería ayudarte. Nos dijo que no querías entrar en razón y nos pidió ayuda para hacerte ver las cosas. Nos costó creer sus palabras, pero tu comportamiento diario, a medida que los días pasaban, era más revelador . Mira tu aspecto físico, estás desmejorada ….y hoy estamos más que convencidos.
Marta comenzó llorar desconsoladamente. Los brazos de uno de sus compañeros le cobijaron. Cuando las palabras de aliento consiguieron que se calmara dijo.
   - “Marcos, siempre pensó que le hice una jugarreta en nuestra antigua oficina con un proyecto. No fui yo, no fue nadie, el solito se lo ganó pero no creyó en mis palabras. Rompió incluso nuestra relación sentimental y desde entonces, ha intentado por todos los medios amargarme la vida. En la oficina delante de vosotros aparenta muy bien, pero ha estado amenazándome contínuamente, con sus palabras y sus miradas y en tanto, os iba convenciendo de lo que ahora pensáis acerca de mí. A veces me hacía gestos obscenos a escondidas o al blandir las tijeras de su escritorio insinuaba que iban a acabar clavadas en mi cuerpo. Estaba asustada con su comportamiento, temía que en cualquier momento, no solo os pusiera en mi contra sino que además fuera capaz de hacerme daño. Es por eso por lo que he sufrido tantos ataques de ansiedad, de nervios y esos mareos. La tensión me tenía devorada. Os juro que no hay ninguna otra razón“ -explicó Marta- “además de hacerme daño, quiere quedarse con este empleo, así mata dos pájaros de un tiro”
   - Marta, escucha, no intentes ocultarlo con esas historias inventadas, solo necesitas ayuda especializada, mira qué acaba de pasarte … y peor serán las cosas si no lo dejas ….

   - Ya lo había dejado, había dejado de tomar ascensores … soy claustrofóbica, el pánico se apodera de mí …vuestro samaritano Marcos lo sabía, estuvimos juntos más de seis años ……esto es una forma más en su estrategia de amargarme la vida ….

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