lunes, 7 de marzo de 2011

El corazón de la locura


Lina, no sabía realmente que le estaba sucediendo. Las sensaciones extrañas que siempre había tenido habían ido progresando a pasos de gigante. Ella decía que su concienzuda investigación sobre la radiación, en la cual se mantenía siempre ocupada, parecía haberle trastornado.
Todo había incrementando cuando trasladó su residencia a aquel instituto de investigación al que le animamos a ir dándole todo nuestro apoyo. Nos dijo que por motivos de lejanía iba a ser al mismo tiempo su vivienda y su centro de trabajo durante un tiempo indefinido. Infinito era demasiado tiempo para estar recluída en un lugar apartado sin señales de civilización en muchos kilómetros a la redonda pero al menos, no iba a estar sola. Nos hizo partícipes de que iba a trabajar con todo un equipo de personas que ya habitaban en el lugar pero nosotros ya sabíamos de antemano que iba a estar bien acompañada. Afortunadamente para ella, yo iba cada fin de semana a visitarla, me encantaba el entorno natural en el que aquel centro estaba enclavado y estaba claro, que tanto a mi hermana como a mí nos complacía mucho vernos cada sábado. Así, Lina se distraía y seguíamos manteniendo la cálida relación que teníamos desde que éramos muy pequeñas.
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Mi hermana, no distinguía si atravesaba la situación del Bruce Willis en “El sexto sentido”, y de Nicole Kidman en“Los otros”, o la de Belinda en “Entre fantasmas” . Estaba segura de que ella misma estaba viva, por lo que los dos primeros protagonistas podían ser descartados. La tercera opción era la que más se asemejaba a su estado, con la diferencia de que las almas que Lina veía, no le pedían ayuda para saldar cuentas pendientes antes de cruzar en paz al otro lado a través de la luz. Parecían estar viviendo con ella en una dimensión paralela porque día a día, se le aparecían ofreciéndole compañía.
En plena noche o a cualquier hora del día, los espíritus más variopintos y las almas de personajes famosos de la historia se le aparecían haciendo gala de lo que en vida les hizo destacar. Ninguno de ellos parecía querer asustarla deliberadamente sino todo lo contrario, conseguían inyectar tranquilidad en su mente investigadora. Siempre le brindaban una sonrisa esplendorosa al mismo tiempo que le mostraban retales importantes de sus vidas.
No le detallaban sus muertes ni como eran sus existencias en aquella otra dimensión, en el más allá, tan solo compartían deseosos su pasado en la vida con ella.
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El primer fin de semana que aparecí en el lugar, Lina, con una paz interior impresionante me contó como conoció a Van Gogh. Hasta esa fecha, la única conocedora de aquel secreto era yo. A sus compañeros nada les había contado y aunque no descartaba la idea de llegar a hacerlo, de momento prefirió no hacerles partícipes. Al fin y al cabo, si hubieran sido episodios traumáticos seguramente hubiera sentido necesario pedir ayuda llevada por el miedo. Pero aquel no era el caso, aquellas almas que compartían con ella momentos de intercomunicación, le infundían tranquilidad y le ayudaban a concentrarse.
Cuando el alma de Van Gohg se le presentó aquella noche estrenando con su aparición la cadena de presencias que luego fueron sucediendo, salía de la ducha. Con los ojos cerrados tanteó para coger la toalla y secar su cuerpo. Fue la mano libre del señor Gogh quien se la ofreció. El corazón le dio un vuelco cuando levantó sus párpados y al mismo tiempo que un escalofrio recorría su cuerpo, dio paso a un grito de temor y dejó caer la toalla al suelo. Cuando vio la pasividad y tranquilidad de aquel hombre que la observaba con gesto sereno, el miedo inicial que le hizo temblar desapareció como por arte de magia. Transcurridos unos minutos, pudo comprobar que con trazos de color podía mantener comunicación cabal con él. Durante un tiempo, las conversaciones con el pintor se sucedieron, todos los días, en situaciones y lugares diferentes.
Aquél sábado una semana después del primer encuentro con mi hermana, me presenté allí con una tienda de campaña, y las dos salimos a realizar una pequeña excursión por aquel maravilloso paraje. Aquella noche, acurrucadas en la intimidad de la lona, me contó el resto de apariciones que había experimentado.
Mi hermana estaba contenta con sus progresos decía que cada día su labor avanzaba un poco más pero no lo estaba tanto con los compañeros. Hablaba de que eran desagradables, que siempre se empeñaban en fastidiar llevándole la contraria. Me contó que al fin les había descrito sus apariciones y que no les gustó. Que a veces notaba como se reían de ella. .
La mañana que el espíritu de Elvis le recibió entre los setos del jardín, hablándole con rock and roll a través de su voz, Lina, lejos de asustarse, le ofreció su mejor sonrisa vestida de gala, pues la talla de aquel mítico personaje así lo merecía y acto seguido, se afanó en hacer un dúo vocal con él. También con él mantuvo encuentros posteriormente, deleitándose con su lenguaje.
La expresiva mirada de Lauren Bacall y su radiante hermosura apareció una mañana en el salón de actos mientras Lina se afanaba con los preparativos para la convención que se iba a dar lugar allí. Le mostró sus interpretaciones más magistrales y conocidas y aquellas otras en las que el éxito no las cuidó.
En la biblioteca, Gustavo Adolfo Becquer le visitó por primera vez, cargado de delicados poemas. La tinta de un viejo tintero y una pluma al uso estaban dispuestas a hablar con Lina en cualquier situación, derrochando poesía y belleza improvisando en cada momento el pergamino que las acogía.
Alternaba sus conversaciones e interlocutores me contaba. En cualquier momento, incluso cuando se encerraba en la sala de investigación, uno de sus nuevos amigos aparecía de entre la nada. Cuando más disfrutaba decía, era cuando aparecían todos simultáneamente, era enriquecedor.
Con la mirada brillante, Lina me confesaba que disfrutaba con estas nuevas formas de comunicación, con esas visiones que le otorgaban un don extraño que tan sólo ella había heredado en la familia. Nunca se oyó de alguno de nuestros antecesores que poseyeran este don que tan feliz hacía a mi hermana.
Con Van Gogh, los pinceles mágicos hacían que la comunicación rebosara color . Elvis, con su fantástica voz esparcía notas melodiosas que ella recogía y devolvía en modo de respuesta. El aura de misterio que envolvía a Lauren la embargaba, mostrándole miles de formas de expresión y Becquer era la poesía hecha hombre, repleta de belleza y de sentimientos.
Me entregó un cuaderno que sacó de su pequeña mochila. Cuando lo abrí, pude comprobar que se trataba de una especie de diario donde Lina había anotado cada uno de sus encuentros con estas almas y lo acontecido en ellas. Estaba totalmente agotado, no quedaba una sola hoja en blanco. Me fijé en la última página y acerté a leer: “ ´He encontrado un rincón enriquecedor en cada uno de mis espíritus amigos. Y ellos me dicen y agradecen que les escuche, porque los demás se ríen de ellos. Yo no tengo nada que ofrecerles, la ciencia es importante pero no puedo aportarles la misma cantidad de belleza que ellos me regalan a mí”
Me pidió que lo guardara. Me dijo que quizá, cuando acabase su proyecto se tomaría un tiempo de descanso que emplearía en analizar todas esas apariciones y el significado que pudieran tener, aunque convencida preveía, que su trabajo bien completado iba a ser tal éxito que no contemplaba el descanso.
Las últimas veces que fui a pasar el fin de semana con ella, la encontré agotada, y presentaba un carácter que se me antojaba al de una desconocida. Con enojo hablaba mal de sus compañeros, haciéndoles culpables de no haber terminado todavía el proyecto y como consecuencia, de su mal humor. Decía que sus trabajos estaban a punto de finalizar y que tan sólo quedaba el último esfuerzo pero que sus colegas intentaban sabotear la conclusión del estudio distrayéndola e involucrándole en otras investigaciones.
Al cabo de unos meses, me avisaron de que Lina junto a varios compañeros, habían sufrido un accidente en el laboratorio. En el caso de mi hermana, no así de quienes le acompañaban que tuvieron más suerte, después de procurarle primeros auxilios y atenciones en el centro, una ambulancia medicalizada le había trasladado al Hospital Central de la ciudad, que contaba con una sección para quemados, el servicio adecuado para que Lina sanara sus heridas.
-¿Cómo ha podido ocurrir?, pregunté enojada y embargada por la preocupación al director del centro ..
- Todavía no sabemos como logró zafar a los celadores pero dado su carácter, su grado moderado de enfermedad y su falta de agresividad e indisciplina, debe comprender que su vigilancia era la correcta. No era una enferma de riesgo. Los enfermos que siguieron los pasos de su hermana, afortunadamente no sufrieron quemaduras y han sido recluidos de forma preventiva en el ala norte, para pacientes con más grado de enfermedad. No sabemos si le ayudaron a entrar en el laboratorio o simplemente la sorprendieron. Me temo que su hermana deberá ir al mismo pabellón.
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Afortunadamente, encontré a mi querida hermana en mejor estado del que me esperaba. Su pronóstico no era de gravedad pero si resultó ser necesario una intensa atención sanitaria. Cuando me acerqué a ella, con dificultades para hablar logró pronunciar
- Quería terminar mi proyecto y que mis almas amigas fueran las primeras en presenciarlo. Ellas me han ofrecido tanto ….tanta belleza, tanta riqueza …..
Giré mi cabeza para que no viera mi incontinencia lacrimosa y rompí a llorar ante el corazón de enormes sentimientos que mi hermana, desde su más tierna infancia había mostrado y me sentí orgullosa de sus sentimientos una vez más. Mí corazón nunca tuvo la misma calidad……
Su enfermedad mental fue avanzando a través del tiempo de tal forma, que resultó difícil mantenerla viviendo en casa. Tuvieron que internarla cuando vimos que el trastorno de personalidad se había apoderado totalmente de ella, lo mismo que sin duda les habría sucedido a sus nuevos amigos: al artista del pincel Van Gogh, al mítico Elvis, a la cinematográfica Lauren y a su Becquer particular.
Me giré de nuevo y acercándome a su oído le dije: “Te quiero, Madame Curie”

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