jueves, 31 de marzo de 2011

Confusión


    La oscuridad reinaba bajo mi soledad y la de mi casa. No podía conciliar el sueño aunque invoqué a Morpheo desesperadamente. Después de maldecir a mi insomnio una y otra vez, mis nervios se convirtieron en un muelle y me lanzaron fuera de la cama. Acabé en la cocina calentándome un vaso de leche. Cuando me senté en la silla devorada por la ansiedad, los nervios y el enfado, un pequeño trocito de mi intuición me dijo que algo iba mal. Una ola de aire caliente recorrió cada milímetro de mi fisonomía y derrepente, sin previo aviso y desde atrás, una daga hiriente apuñaló mi vientre de forma repentina. Me pilló desprevenida pero me temo que aunque aquel ataque hubiera sido avisado por anticipado, de igual modo no me habría librado del dolor ni de la avería que proporcionó en mi abdomen. Comencé a retorcerme, presionando allí donde sentí la puñalada pero el dolor crecía irremediablemente. Después el vómito atravesó mi garganta hasta escapar de mi estómago. No tenía a nadie que me ayudara y aunque intenté telefonear para pedir ayuda, el dolor impedía que me estirara para alcanzar el teléfono y en el intento, caí de mi asiento golpeándome la cabeza.
    Todavía recuerdo aquella angustiosa sensación que inundó todo mi ser mientras mi cuerpo se arrastraba por el suelo. Observé la sangre salpicada en mi ropa de noche y después sentí un frío helador. Escuché el rugir de un motor, y el abrir y cerrar de las puertas de un vehículo, intuí que grande. Comencé a oír varias voces pero no escuchaba, no podía dilucidar sus palabras. La visión comenzó a hacerse borrosa y caí en un estado que me empujaba hacia la inconsciencia y contra el que mi mente luchaba con las pocas fuerzas que contaba. Así me mantuve durante unos minutos, entre la pérdida de conocimiento y la noción de la realidad. Los escalofríos recorrían mi cuerpo a cada instante y me esforzaba por quitarme de encima esas manos dispuestas a seguir agrediéndome. Pensé que ya era demasiado tarde, que en unos instantes, cruzaría ……
    Después, la sensación de que mi cuerpo era portado y sacudido. Las voces seguían penetrando en mis oídos pero discernirlas era misión imposible para mí. Mis ojos parecían deslumbrarse con brillos que aparecían flotando en el aire. Después de unos momentos de vibraciones corporales, sentí como mi cuerpo levitaba y avanzaba a gran velocidad pero al mismo tiempo, escuchaba el sonido de mis pies besando el suelo y un sonido regular y metálico acompañándole. Pensé que llevaba puestas las botas de mi último disfraz, unas camperas Mustang que me regaló mi novio y que adorné para la ocasión con unas espuelas. Después de mi carrera a través del aire, sentí que alguien taponaba mi boca. Yo intentaba liberarme pero las otras manos eran fuertes y al mismo tiempo una voz masculina, me repetía que estuviera quieta. Ya no me quedaba atisbo alguno de fuerza, así que, me rendí. Lo último que recuerdo es aquella voz suspirando ante mi retirada y repitiendo números instándome a que los repitiera. Su amenaza me hizo claudicar y accedí a sus deseos presa del miedo, temiendo que si no obedecía, sufriría un nuevo ataque a manos del dueño de aquellas manos fuertes y de esa voz tan penetrante.
    Cuando la conciencia volvió a visitarme, también lo hizo el dolor y la afonía. Abrí los ojos y no pude más que sorprenderme. Aquella voz que recordaba de los últimos instantes antes de perderme en la inconsciencia, volvía a anunciarse ante mis oídos, pero esta vez, acariciándolos con una tonalidad dulce y suave y mostrándome el rostro de su dueño.
    - Querida paciente, dijo sonriendo …. Le hemos extirpado su apéndice. Afortunadamente, cuando cayó al suelo en su domicilio arrastró consigo su móvil y pulsó la tecla que automáticamente avisa al 112. Al no contestar, adivinamos la gravedad y acudimos con personal adecuado para entrar en su casa. Su herida en la cabeza se sumó al dolor y a la patología real que acaba de manifestarse en su cuerpo pero además, le añadió la confusión necesaria para que como en estos momentos, esté tan desorientada. La ambulancia la trasladó hasta aquí en estado de semi-inconsciencia pero afortunadamente, a tiempo de impedir que la gravedad transcendiera.

3 comentarios:

  1. Niña, te superas. Me imaginaba cualquier cosa menos esa.Besos, corazón.

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  2. Gracias Juanmaromo... me alegro de haberte sorprendido. Besos para tí también, encanto

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  3. Me ha gustado mucho, creo que es uno de los mejores que has escrito, y has descrito con originalidad un ataque de apendicitis. Bss.

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