martes, 22 de febrero de 2011

Jardín Enamorado

Helena tenía 20 primaveras recién cumplidas. Su hermosura, fruto de la juventud, se irradiaba por dentro y por fuera. Enamorada de la vida y del amor, su rostro, elegante y delicado espejo, reflejaba su alma henchida de felicidad

Cuando el amor y la plenitud de aquellos sensacionales años le hacían lucir con el brillo y el esplendor de la rosa más bella y radiante, Javier le abandonó.
********************************
Con los primeros rayos de cariño, latiendo unidos su corazón y el de su primer amor lograron el amanecer de un jardín de aromas intensos, en el que sembraron los sentimientos más puros y a los que no dejaron de regar, abonar y mimar manteniéndolos vivos durante tres años, tres maravillosos años. Los rosales se levantaban hermosos representado la belleza de su amor con sus tallos salpicados de pequeños pinchos que lograban ser salvados con el cariño de ambos. Un grupo de amapolas de colores diferentes eran la sencillez que tiempo atrás les había unido y las blancas margaritas, salpicadas por toda la extensión, alimentaban la sinceridad de la que nació su amor. Los misteriosos gladiolos apostados a lo largo del muro, prestaban elegancia a la relación y las blancas y voluminosas hortensias transmitían la pureza que brotaba de su enlace. El Sauce Llorón que reinaba en una esquina del jardín, les acompañaba en sus lágrimas cuando brotaban, dándoles cobijo y consuelo. Las ortigas que de vez en cuando brotaban, morían afectadas por la intensidad de los sentimientos pero antes de fallecer, se antojaban la infusión perfecta para reforzar la unión.
**********************************
Hacía unos meses que él permanecía sumido en el silencio y la distancia, y había dejado de prestar atención a aquella flora sentimental que tanta felicidad les había dado. A pesar de que ella seguía entregada en cuerpo y alma a sus cuidados, parte del jardín comenzó a ajarse dejando paso a las malas hierbas. Poco antes de que Helena dejara atrás los 19, se dio cuenta de que los latidos de su amado parecían haberse desmarcado de los suyos, provocando amargas arritmias amorosas. El miedo a que ambos corazones ya no volaran al unísono apresó su alma. Sus temores se confirmaron cuando Javier, una oscura y triste tarde, se acercó al jardín y arrancando de cuajo sus marchitados sentimientos y arrastrando con ellos sus raíces, se marchó sin mediar palabra. Pasadas unas lunas, descubrió que los sentimientos de Javier lucían y florecían en otro jardín. La luz que desprendía la bella mirada de Helena perdió su intensidad. Su corazón se encerró en la soledad de sus latidos y su alma embargada por el dolor, se refugió en los recuerdos olvidando el cruel presente que le había despojado de su gran amor.
El cariño, el tesón y la bondad del abrazo de la amistad, lograron abrir las rejas que encarcelaban a Helena, lograron romper el candado que custodiaba su alma y la vida volvíó tímidamente a sembrase en su interior, aunque su herido corazón seguía buscando sus recuerdos como una necesidad vital.
Durante un tiempo, la nostalgia de Helena se empeño en acoger a vendedores de semillas con almas solitarias en aquel jardín que deteriorado y marchito reposaba en la oscuridad del olvido. Ella albergaba el deseo de volver a cuidar un paisaje frondoso, lleno de color y aromas de felicidad. Lo intentó en varias ocasiones, pero la simiente que sus pretendientes inseminaban en su dañada tierra no prosperó y siempre, acudía vestida de desilusión junto a su sauce llorón que a su pesar, a penas le daba cobijo pues él también estaba sumido en la tristeza.

Un atardecer, un corazón relleno de bondad se acercó a Helena ofreciéndole el secreto para volver a empezar. No era un interesado vendedor como el resto, a penas pedía gran cosa a cambio, tan solo una sonrisa y la satisfacción de haber sembrado un granito de esperanza que fructificara con la fe de ver amanecer de nuevo la vida. Helena le abrió las puertas de su jardín y él, con las manos rodeadas de magia, libró la tierra de las malas hierbas, extrayendo del alma de Helena los sentimientos de rencor que albergaba, arrancó las raíces podridas que aún permanecían enterradas en el corazón de ella en forma de sentimientos de culpabilidad. Limpió y allanó el jardín abriendo los ojos de Helena, secando sus lágrimas y mostrándole que sólo en ella misma residía el secreto de la felicidad. Tan solo cuando consiguiera limpiar su alma de las amarguras del pasado reservando tan solo un trocito para albergar los buenos recuerdos, tan solo cuando su alma y su corazón moraran en armonía y satisfechos de vivir sin la necesidad de otro amor, solo entonces podría comenzar de nuevo. Le mostró el porqué de que una semilla sembrada en tierra resentida y afectada de enfermedad, acababa enfermando de igual modo haciendo imposible su brote. Le explicó que la tierra cobijada en su jardín necesitaba ser regenerada y mimada hasta que lograra rebosar de vida por si misma. Luego, estaría lista para volver a crear …..

No hay comentarios:

Publicar un comentario