martes, 22 de febrero de 2011

¿Sugestión?, lo dudo

 Todo el mundo que vivía en el pueblecito hablaba de aquella casa con temor. Decían, que con frecuencia si te acercabas, se oían ruidos, gritos y lloros y que por las noches, las luces jugaban a prenderse y apagarse. Aquella casona llevaba sin inquilinos un par de años. Los legítimos dueños, una pareja joven con un niño de corta edad la habían heredado por parte de la mujer, como lo habían hecho sus antecesores, pero desgraciadamente, se alojaron en ella durante apenas cuatro años.. Decían que ella tenía el don de hablar con los muertos, que su madre y su abuela también, y que el niño que habían traído al mundo poseía la misma cualidad. Se le veía muy poco por el pueblo. El padre no pudo aguantar aquello y un buen día, pasados tres años desde que se habían instalado, desapareció. Al año siguiente, recién entrado el invierno, madre e hijo murieron en un incendio que se produjo en la caseta del jardín, una especie de leñera. Cuentan que aquél muchachito, de 8 años, aprovechando un descuido de su madre, tomó unas cerillas y jugando con ellas a prender velas, el fuego tomó contacto con unos cuántos periódicos que tenían allí almacenados. Cuando los efectivos de extinción de incendios llegaron, encontraron el cuerpo de la madre sin vida tendido en el mismo umbral del cubículo, pero el del niño, quedó mezclado entre la amalgama de cenizas. Al padre, no se le pudo localizar, se le dio por muerto, y no habiendo herederos ni familiares que reclamaran la propiedad, ésta quedó en manos del estado, quien la sacó a subasta al poco tiempo. Desde entonces, la creencia popular rezaba que las almas de la madre y el niño muertos bajo las llamas permanecían en aquella casa, vagando y protegiéndola de intrusos porque aun desde el más allá, la consideraban suya. Hace tres años, en aquella subasta la compró una familia adinerada de origen alemán, que reformó parte del interior de la casa y restauró el jardín, haciendo desaparecer los restos de aquella leñera carbonizada. Transcurridos algo menos de doce meses, plantaron el cartel de “SE VENDE” y abandonaron la propiedad. Dijeron que asuntos personales y familiares les obligaban a trasladarse a Alemania y que según pintaban las cosas, probablemente tendrían que establecerse allí. La propiedad quedó entonces en manos de la gestión de una inmobiliaria que apenas tuvo problemas para venderla porque el destino quiso que mis padres se cruzaran con ella. pasado solo un mes. A mi padre, amante de pueblos le atrajo desde el primer momento y cuando in situ comprobó la estructura y el lugar donde se ubicaba aquella mansión, quedó enamorado. Mi madre, además de compartir el gusto por la casa, estaba encantada con la cantidad de historias que contaban sobre ella, era una de sus temas favoritos, EL MAS ALLA.
La puerta de entrada a la propiedad era una verja de dos hojas. Una cadena enorme unía las dos partes que la formaban, y un candado custodiaba su apertura. .Mi padre cogió el manojo de llaves, tomó la que estaba señalada como entrada jardín y después de enredar unos instantes, consiguió que el candado se abriera. Tras desenroscar aquella gruesa cadena empujamos las pesadas puertas y entramos en el jardín que acompañaba a nuestra nueva casa. Me sorprendieron gratamente sus dimensiones. Era grande y se extendía por detrás de la casa. Dos años sin cuidados, fueron suficientes para que las malas hierbas comenzaran a brotar. Los setos se antojaban melenas descuidadas que habían perdido su forma, los rosales, plantados estratégicamente por toda la extensión se nos presentaban totalmente secos. Tan solo un par de arbolitos parecían haber sobrevivido a las inclemencias del tiempo y del descuido. El muro que delimitaba aquella finca no era muy alto, cualquier niño podía saltarlo pero se mantenía en buen estado. Mientras observaba el brillo en la mirada de mis padres, que ya habían visto la casa una semana antes,mi hermano pequeño, Xabier, con el ceño fruncido decía en voz alta: - “ ¡¡menuda porquería de casa, prefería la que teníamos antes!!”.Tenía 13 años y la rebeldía de la preadolescencia brotaba a flor de piel. Además, padecía trastornos en la alimentación y su sobrepeso le había obligado a llevar una dieta a rajatabla por lo que su estado de ánimo siempre estaba al borde de la explosión y de los malos modos. La pequeña de la casa, Ane, iba caminando agarrada de mi mano. En aquel entonces tenía poco más de cinco añitos y observaba todo con muchísima atención.
El chirrido de la puerta principal no nos dejó indiferentes. Sus bisagras necesitaban un buen baño de aceite. Al entrar, perdimos la luz del día, la oscuridad reinaba en el interior de la casa y el ambiente que se respiraba estaba cargado del aroma típico a cerrado. Mi madre, pulsó el interruptor y ¡voilà !se hizo la luz. Les habían avisado de que probablemente habría que revisar el cableado eléctrico, pues los interruptores y algunos tramos del recorrido de cables presentaban algún problema. Delante nuestra se levantaba una enorme escalera que lucía una barandilla espectacular y que nos llevaba, como ya habíamos visto mis hermanos y yo en fotografías, a la zona de dormitorios. Toda la casa se veía cubierta de una fina capa de polvo pero curiosamente, la encontramos desordenada, como si alguien hubiera estado trasteando y revolviéndolo todo. En la cocina, situada en la planta baja, cacerolas e utensilios aparecían esparcidos por toda su extensión, cajones y armarios abiertos.. En los dormitorios, las camas vestidas con sencillos edredones, habían perdido el cobijo de éstos y sus colchones quedaban al desnudo. Las sábanas que cubrían los muebles estaban abrigando el suelo. Había lámparas de mesa volcadas …. Mis padres no daban crédito. Habían estado allí no hacía muchos días y todo estaba en riguroso orden. -”Tendré que llamar a la inmobiliaria”, dijo mi padre.
Desde el primer día en el que nos instalamos parecía como si los cuentos y leyendas de la gente del pueblo fuesen ciertas. Los ruidos extraños, difíciles de investigar por la amplitud de la casa, se repetían noche y día. En ocasiones, objetos, ropas …… aparecían en lugares que no les correspondían y en la madrugada, cuando el silencio hacía más fácil la audición por pequeña que fuera, yo misma podía escuchar el llanto lejano de un niño y algún grito repentino. A veces escuchaba el sonido que las uñas producen cuando arañan cualquier superficie . Las luces, en momentos determinados, parpadeaban sin más, fuera en la habitación que fuera. Muchas veces, me autoconvencía de que aquello era fruto de navegar en la línea entre la consciencia y el sueño, pero ciertamente, se me ponían los pelos de punta. Durante muchos días no comenté nada al respecto con mis padres por temor a que mis hermanos pequeños oyeran algo y se asustaran pero llegó un momento en que tuve que hacerlo. Tanto mi padre como yo, contrariamente que mi madre, no éramos nada crédulos en esos temas pero aquellos días, las dudas me asaltaron.
Una mañana, me levanté dispuesta a hablar a mis padres y comentarles lo que estaba sintiendo. Cuando bajé a desayunar, encontré en la cocina a ambos discutiendo con mi hermano. Xabier respondía muy malhumorado y con una pésima educación,. Sus últimas palabras fueron “¡¡ que yo no he sido !!!” - ¿algún fantasma entonces ?dijo entre risas mi padre mientras mi madre ponía el grito en el cielo. Pregunté: - pero bueno ¿qué os pasa? Tranquilizaros -¡Tu hermano!, dijo mi madre, ¡¡que cree que soy tonta!!. Resulta, que de madrugada baja a por comida, toda esa comida que no debe tomar y que yo controlo durante todo el día. Así que, estamos perdiendo el tiempo con el control dietético. Pues él verá, ya sabe lo que nos dijo el médico y además, esta tarde tenemos consulta. Xabier se levantó de la silla y dando un portazo salió de la cocina. Cuando nos quedamos los tres solos, pedí a mis progenitores que se sentaran, les dije que tenía algo importante que decirles. En mi interior, sabía perfectamente lo que iba a responder mi padre y así fue.
- Hija, los ruidos en estas casas tan antiguas son normales, la estructura aunque muy buena, tiene años y todo cruje, igual que los muebles…. Las luces ….ya sabes que hay que cambiar el cuadro eléctrico y revisar el cableado, cuándo oyes el llanto y los gritos …¿.no te acercas a ver a tu hermana?sabes que tiene terrores nocturnos,. Yo no la he oído pero mi sueño ya sabes que es muy profundo. Quizá tu madre ……dijo clavando su mirada en ella, pueda sacarnos de dudas.
Mi madre, que nos escuchaba atenta, nos miró a los dos y dijo con aire más que serio: - sé, bueno, estoy segura de que en esta casa no estamos solos. Yo he oído lo mismo que tú Amaia, y os puedo asegurar que quien emite ese llanto y esos pequeños chillidos …..no es Ane, que los ruidos no son un crujir, son golpes como de cosas que se caen y por supuesto, tampoco es Ane quien cambia las cosas de sitio, está todo el día conmigo y yo me daría cuenta.
-¡¡ vaya !!!respondió mi padre, tu madre y las ganas que tiene de que un alma errante se le aparezca. ¿Por qué estás tan segura? Entonces, también puede haber sido ese alguien que nos acompaña quien hace esas excursiones nocturnas al frigorífico para recenar y no Xabier …¿por qué no has hablado de esto antes?
-Las almas errantes como tú dices …… no comen alimentos… no pertenecen al mundo de los vivos., contestó mi madre. ¿quieres saber por qué no lo he comentado antes?. No lo he hecho porque no quería que me contestaras como acabas de hacer, porque no quería que los niños se asustaran, incluyendo a Amaia. No es sugestión, no estamos solos.
Mi padre se levantó y subiendo el tono de voz dijo: -¡¡Bueno, ya está bien !!y mirándome continuó: “en cualquier caso Amaia, hay que temer a los vivos y no a los muertos“.
- Pues que sepas que esta tarde, mi amiga Clara, ya sabes … vendrá aprovechando que la casa está vacia ….
- Ah sí, esa que se llama así misma Medium y que es la que te mete esas cosas tan extrañas en la cabeza, interrupió mi padre. Y con aires destemplados siguió el mismo camino que momentos antes había tomado mi hermano.
-”Será mejor que suba a despertar a Ane”, dije, es muy tarde ya, ¿no te parece que últimamente duerme mucho, mamá? ¿no estará enferma?-pregunté. Mi madre, disgustada por el episodio que acabábamos de interpretar, negó con la cabeza y respondió: “ha cogido con gusto el verano, vacaciones y descanso”.
Cuando entré en la habitación de mi hermana, la encontré acurrucada en la cama y tapada de tal modo que solo se le veía la carita. Me senté en el borde e intenté despertarla inundándola de besos y una vez abrió los ojos le dije: ¡¡vamos dormilona!!y con el recurso de las cosquillas terminé de espabilarla. ¿no te parece que duermes demasiado?, le pregunté. Es que ….tengo mucho sueño.- contestó. - No entiendo- le dije y proseguí ..- te vas muy prontito a la cama por la noche.
Ella me miró fijamente y me dijo: ¿si te cuento un secreto prometes no decírselo ni a papá ni a mamá? La miré y asentí pensando que se trataría de algo sin importancia.
-¿sabes?a veces, por las noches, un niño viene a visitarme, se sienta conmigo en la cama y siempre me hace reir aunque yo sé que él está triste. Le encantan todos mis cuentos. Me ha pedido que no os diga nada a nadie, si no, se enfadará.
En situación normal, habría sonreído pensando en esos amigos imaginarios a los que los niños suelen recurrir pero después de la conversación que habíamos tenido mis padres y yo en la cocina, aquello que Ane acababa de contarme terminó por instalar el temor en mi mente. Pensé entonces que era normal que durmiera hasta tan tarde.
-¿un niño dices? ¿es de tu edad?
-no, es más mayor pero parece pequeño.
-¿por donde entra y sale, cariño?
-no sé, cuando viene derrepente lo veo y se va cuando yo me quedo dormida.
-¿va a venir esta noche? ¿te ha dicho que vendrá?
-no, no sé. Se encogió de hombros. - Cuando él quiera volverá.
Mantuve la compostura y le animé a que se vistiera intentando darle menos importancia al tema. Después de vestirse, mientras le cepillaba el cabello me volvió a repetir :-prométeme que no lo dirás, por favor.
Cuando bajamos para que Ane tomara su desayuno, topamos con mi hermano que corría de un lado para otro buscando unas bermudas que según él, habían desaparecido. Le pregunté por qué miraba en el mueble del salón y me contestó que ya sabíamos todos que en aquella casa las cosas aparecían en los lugares más extraños. Mi madre mientras tanto juraba y perjuraba que las había dejado en su armario y Xabier repetía y volvía a repetir que allí no estaban.
Después de una comida en la que nadie cruzó media palabra, mi padre se marchó a la ciudad a terminar algún trabajo y mi madre se preparó para llevar a mi hermano al endocrino. Antes de marcharse me dijo: - “Amaia, acuérdate, a media tarde vendrá Clara. He hablado con ella esta mañana. Le he dicho que le dejaba una llave debajo del felpudo. Ten en cuenta que es mejor que trabaje sola.” . - “entiendo, tendré que salir aunque no quiera”, contesté. Cerró la puerta llevándose también a la pequeña Ane y me quedé sola ante el peligro. Me moría de curiosidad por saber qué haría aquella mujer en nuestra casa, así que ,decidí buscar un sitio donde esconderme. Cuando oí que las llaves penetraban en la cerradura, corrí al armario situado debajo de la gran escalera donde guardábamos la ropa de invierno. Pero al entrar, unas botas de trecking de Xabier, me hicieron tropezar y fui a darme de narices contra el fondo del armario. Después perdí el conocimiento.
Lo siguiente que recuerdo fue despertarme aturdida. Me incorporé y aquel niño desaliñado que permanecía de pie junto a mí y yo, gritamos al unísono. Había pasado toda la tarde y al parecer, la medium, había hecho lo que fuera y se había marchado. Mi familia estaba en casa pero nadie sospechaba que estaba metida en aquel ¿armario?.No era muy tarde así que les extrañaba que no estuviera en casa. El grito les alarmó y Ane fue la primera en saber donde me encontraba. Uno por uno fueron pasando por el armario y accediendo a aquella sala que se había abierto ante mí, quedándose atónitos con la presencia de aquel niño. Ane corrió a abrazarle. Mi padre intentó impedírselo pero ella le pidió que le dejara, porque era su amigo.
Aquella sala oscura estaba llena de restos de comida, unos recientes y otros que debieron caducar hacía años. Había platos, vasos, algunos rotos en varios pedazos, bombillas …..Una comunidad extensa de gatos atestaba la habitación y entraban y salían por una pequeña ventana que a nosotros nos había pasado desapercibida desde fuera. Sobre lo que debió ser una silla, ahora coja de dos patas, posaban las bermudas de mi hermano. ¡¡Ahí tenéis a las fuerzas del más allá!!exclamó mi padre con ironía … y salió de allí para descolgar el teléfono que en aquellos momentos sonaba. Cuando salimos los demás llevando con nosotros al niño, mi padre dijo: - Sandra!, tu amiguita Clara acaba de llamar. Dice que efectivamente esta tarde pudo sentir una presencia de forma y fuerza desconocidas y que tendrá que volver para hacer una limpieza. Ya le he dicho que no hace falta, que la presencia ya nos ha mostrado su forma y que en otro momento, ya le contarás.
Asustado, el niño aceptó la mano que mi madre le ofrecía. Ella le ayudó a darse un baño, le dio ropa limpia,. lo sentó a la mesa y le ofreció de comer. Preparó una cama para él, en la misma habitación en la que dormía mi hermano y durante ese tiempo, aquel muchacho no pronunció palabra. . Después de un par de días, y tras haber mantenido una conversación familiar, mi madre habló con los servicios sociales. Enseguida aparecieron en casa tres funcionarios acompañados de personal médico y agentes de la policía local.
Según el estudio, el estado de salud de aquel niño no era óptimo, como era de esperar. Presentaba sintomas de deshidratación y desnutrición y una infección bucal muy extendida que fueron tratados de inmediato. Mostraba cicatrices mal curadas y tumoradas en sus extremidades, así como quemaduras que oscurecieron su piel y que sanaron milagrosamente. Calculaban que tenía alrededor de 12 años y que había permanecido sobreviviendo en aquella sala entre tres y cuatro. No sabían de quien podía tratarse pero iban a hacer todo lo posible por averiguarlo.
Mi padre tenía contactos y consiguió que mientras se tramitaban los papeles para la adopción que la familia entera habíamos acordado, el niño pudiera permanecer con nosotros en régimen de acogida. Pasó una semana dejando que el niño fuera confiando en nosotros ayudado de todo nuestro cariño, de las atenciones de mamá, de su relación con el irremediable Xabier y el cariño ingenuo de Ane. Con el paso de los días, el muchacho comenzó a hablar. Tenía dificultades para hacerlo..Recuerdo aquella noche de viernes en la que sentados en el salón de estar, Juan, que así se llamaba, empezó entre lloros a contarnos retales de su historia. Cuando más absortos y sorprendidos estábamos, la vieja gramola comenzó a reproducir la voz de Elvis, la chimenea prendió sola y las bombillas empezaron a tintinear haciendo que la luz temblara. Un aire fresco envolvió nuestros cuerpos. Mi padre fue el primero en comenzar a temblar de miedo temiendo que pudiera suceder algo terrible pero en realidad, ese miedo se reflejó en todos y cada uno de nosotros. Juan se levantó y después de permanecer unos instantes inmóvil nos dijo: - “no os asustéis, es mi madre …… está contenta y sonríe”
- ¿Tu madre ……, dónde está? No la vemos, ¿tú puedes verla?preguntó mi progenitora.
- Sí, puedo verla y hablar con ella. Siempre ha estado conmigo, acompañándome. En verdad, nunca se fue de mi lado. Dice que ahora ya se puede marchar, que ya sabe que una buena familia me va a cuidar en nuestra propia casa. Os da las gracias por ocuparos de mí….. “ y prosiguió con voz temblorosa “Me ha dicho que no vuelva a jugar con fuego, que me quiere y que me estará esperando allí donde esté”.
En ese momento comenzó a llorar ….. ¿qué sucede, por qué lloras ahora?- preguntó mi madre.
Pobrecita, dijo Juan, ella murió por mi culpa” “¡¡¡Adiós mamá, te quiero!!! Exclamó.
En aquel momento, nos fundimos todos en un gran abrazo familiar dando cobijo al nuevo miembro.
Después de que la emoción nos diera un respiro yrompiendo aquel ambiente enternecedor, mi madre que había adoptado una postura chulesca y desafiante dijo:
- ¡¡¡Eh, Marcos !!! ya es hora de que llames a Clara. Dile que en verdad no necesita venir a realizar ninguna limpieza paranormal. Dile que la presencia que sintió se ha marchado por voluntad propia, con el alma en paz y una sonrisa en su corazón.




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